Para muchos, la cocina de ensueño ha sido, de tiempo atrás, el gran sitio de interés, lleno de islas de granito que se extienden como portaviones en un mar de relucientes electrodomésticos. Sin embargo, en los centros tecnológicos urbanos en que se han convertido las nuevas ciudades fabriles de Estados Unidos, se está redefiniendo el patrón oro de las cocinas glorificadas en las revistas de diseño. En ciudades estadounidenses como Seattle, donde Amazon planea llenar 929,030 metros cuadrados de espacio para oficinas, las cocinas que quedan muy bien para los jóvenes cocineros tienen huellas pequeñas y electrodomésticos encogidos.
La micrococina, surtida con costosas licuadoras, complicadas cafeteras y cuchillos de calidad profesional, le viene bien a los empleados digitales que comen gratis en el trabajo o que hacen en restaurantes caseros con influencias mundiales en sus edificios de departamentos. La cena puede llegar con algún servicio de entrega a domicilio de una docena de aplicaciones, ya sea totalmente preparada, especial del chef, o como kit que requiere preparación, pero no mucho picar. Eso no significa que nadie cocine.
La comida se ha convertido en una piedra de toque cultural
La comida se ha convertido en una piedra de toque cultural, y qué y cómo se come es tan importante para algunas personas de veintitantos y treintaitantos años como ciertos géneros de música o películas lo fueron para generaciones anteriores. “Somos una especie de generación presumida, y la comida importa mucho, en especial cuando estás cerca de otras personas”, dijo Jolee Nebert, de 22 años, una estudiante de diseño industrial en la universidad Occidental Washington.
En el 2014, metió una cocina totalmente funcional en una unidad de 1,8 metros de longitud y ganó una competición de diseño que llevó a cabo la planta experimental de General Electric en Louisville, Kentucky. “La gente está dispuesta a reducir los pies cuadrados de su cocina para tener más versatilidad y un espacio más abierto para atender a los invitados”, dijo Nebert. “Se trata de meter más en menos espacio”. Sin lugar a dudas que quienes viven en departamentos en las grandes ciudades como Nueva York, París y Tokio, se las han arreglado durante mucho tiempo con cocinitas por motivos de necesidad, no por elección. Sin embargo, un grupo de primeros innovadores está abrazando a estas micrococinas, aunque fácilmente podrían comprar unas más grandes y cuyas preferencias culinarias podrían darle forma al diseño en los años por venir.
Aunque los compradores de más años representaron cerca de tres cuartas partes de los 6,200 millones de dólares que se gastaron en el 2014 en vaporeras, cafeteras para hacer exprés y otros electrodomésticos más pequeños, los milénicos fueron el único grupo demográfico que compró más de los que adquirieron un año antes, según el NPD Group, que estudia el gasto del consumidor. “Si se analizan las adquisiciones entre los milénicos, se ve un panorama de gente tratando de obtener más originalidad con mayor rapidez de estas cocinas pequeñas”, dijo Darren Cypher, un analista del sector de alimentos y bebidas en NPD.
La historia de Danny Rodichok y Christina Bruce
Hace un año, Danny Rodichok, de 31 años, y Christina Bruce, de 28, se mudaron a un departamento de casi 80 metros cuadrados con una cocina no más grande que una cama “King-size”, en el piso 23 del edificio Via6, en el centro de Seattle. Amazon está construyendo sus oficinas mundiales al otro lado de la calle. Pagan de renta 3,379 dólares. Él trabaja en su empresa emergente de energía, llamada Green Kite, en el departamento y ella se transporta a diario a su empleo en ventas, en Procter & Gamble. Comen a la mesa de café de la sala.
Hay una olla enorme de sopa hecha en casa en el refrigerador y costillas de puerco en el congelador, pero van a diario al bar de jugos y café en la planta baja del edificio, donde también hay un restaurante japonés y una tiendita de abarrotes llamada Home Remedy. Vende jabón ecológicamente amigable para lavar la ropa, condimentos asiáticos, ocho estilos de sal y pastel de carne de cordero congelado, junto con pizza recién hecha y barra de ensaladas.
Este fue su primer Día de Acción de Gracias juntos en su hogar y querían cocinar para recibir a amistades, así es que llevaron los ingredientes y algún equipo para cocinar a la enorme cocina comunitaria del edificio, diseñada por Tom Douglas, un chef que también opera los restaurantes en la planta baja. Está equipada con quemadores a gas suficientemente potentes para acomodar woks y cámaras listas para conectarse a internet para que se pueda grabar y compartir toda la comida. “La mesa en la cocina de la casa de mi abuela era el centro del universo”, dijo Rodichok.
“Para ser honestos, realmente extraño eso. Pero cuando me meto en el elevador y bajo hasta el primer piso, tengo esa sensación de que ‘voy a la cocina de la familia’, en una forma muy urbana, a lo Seattle”. Al edificio lo diseñó una generación Zipcar, que abraza la economía de compartir, dijo Mat Griffin, el constructor en Seattle a quien se le ocurrió el concepto para el Via6. “La vida se convierte en tener acceso a eso, pero no necesariamente ser el propietario”, dijo. “Si tu cocina es eficiente, no necesita ser tan grande. Más grande solo te agota”.